domingo, 9 de diciembre de 2012

Capitulo 7: Arrepentimiento



Acababa de recibir una bofetada a mis sentimientos al oír esas palabras, mi mente en un intento de no hundirme me decía que había oído mal, que había confundido lo que acababa de decir.
Mi mano respondío soltando la mano de Michael, colocandose en mi cara.

-Oh.-dijo mi boca, con cierto tono de asco, había salido por si solo porque era lo que realmente quería expresar. Asco. Asco de que se marchara otra vez, asco de que fuera incapaz de convertirse en mi marido. Novios eternos. Eternos inmigrantes ilegales del amor.

Los camareros volvieron a meterse rápidamente en la cocina, la banda había dejado de tocar, las velas parecían que se habían parado y Michael se había quedado con la boca entreabierta al ver mi reacción. La perfecta definición del desastre después de la perfección.

-Te ha molestado.-dijo con un tono de tristeza que me torturó de inmediato.

-No, no.

-Sí, sí y lo siento.

-Tranquilo.

-No sabes cuanto lo siento, Julia.-hablaba con alteración.

-Michael...

-Me gustaría que vinieras conmigo, pero tienes un trabajo como yo y...

-No es eso, no es por Suiza.
 

-Entonces?-preguntó confuso.

-...Porque no era lo que esperaba.

-Qué esperabas?

-Olvidalo.-volví a mi postre, que de repente había tomado un aspecto aún más suculento tras la decepción.

-No, necesito saberlo. 

No aguante más, levanté la vista del estúpido plato y le miré con la cara de enfado que había estado escondiendo.

-Es por qué no puedo tener hijos?

-Qué?-me preguntó aún más sorprendido que antes, abriendo los ojos como dos enormes ventanales empujados a romperse por una noche de ventisca.

-Llevamos juntos... cuántos años? si no me pides matrimonio es porque no estás seguro de que quieres estar el resto de tus días con una estéril.

-...Era por eso?

-Sí! Desde la primera cita sabes mi problema, nunca te lo oculte! Por qué, dime por qué te decidiste a estar con alguien que sabías que no podía darte una familia con hijos!? O es qué nunca me ibas a pedir que fuera tu esposa!?-le pregunté histerica.

-Eso no es cierto, solo esperaba el momento indicado para declararme y hoy no era el momento.

-Y cuándo lo será, Michael, cuándo lo sera!?

Dejé el tenedor sobre el plato a punto de romperlo. Ya me había excedido con la comida. Maldita sea nada estaba bien. Ni si quiera mi cuerpo. Iba a engordar.

-Siento muchisimo que pienses eso, no es lo que pienso yo, te quiero y se bien que estaremos juntos para siempre. Además, sabes que podemos ser padres de otra forma, el como no me interesa.

Sabía que era una aútentica imbécil pero el orgullo no me dejaba disculparme por serlo y por el númerito que había hecho.

-Pides la cuenta? Quiero irme a casa, por favor.-pedí entrecortada.

Retenía mis lágrimas, estas me llamaban para salir y brotar por mi cara de hija de puta avergonzada. Pero era otra cosa que el orgullo no iba a permitir.

-Esta bien.

Michael se dió la vuelta.

-Perdonen, la cuenta!-gritó.

-Enseguida, señor Jackson.

-Voy mientras al baño.

Nada más decir esto la banda volvió a tocar, ya no tenían nada que cotillear con morbo. Lo habían oído absolutamente todo. Ya habían descubierto que tipo de persona era en un 80%.

-Ve.-me dijo bajando lentamente su cabeza.

Parecía decepcionado al ver como me comportaba como una niñata caprichosa. Y pero eso es lo que era. No se puede ocultar lo que se es. Y eso era lo que más me dolía, Michael no se merecía a alguien así.

Capitulo 6: Nervios



La noche estuvo expuesta tan solo para nosotros solos. Michael reservó un elegante restaurante. Aunque más bien lo alquilo, estabamos en la completa soledad si exceptuabamos a los cuatro gatos de los camareros y cocineros.

Michael me había dejado claro desde el principio de la cena que quería decirme algo importante, yo inmediatamente pensé emocionada que me iba a pedir la mano.

-Gracias.-agrade al camarero que nos estaba sirviendo el postre.

-Espero que sea de vuestro agrado la velada.-estrechó la mano a Michael uno de los cocineros.

-Toda la cena ha sido exquisita, gracias.

Michael me miró, yo le mire, me sonrió, le sonreí y volvió a mirar al cocinero.

-Acerquese.-le pidió.

El cocinero se agachó y Michael le susurró algo al oído, completamente inaudible para mi.

-Por supuesto.-sonrió el cocinero mirandome.

-Gracias.

El cocinero hizó una señal al camarero para retirarse.

-Qué le has dicho?-le pregunté de inmediato cuando se fueron, estaba intrigada y un tanto nerviosa, pues el momento se acercaba a escasos minutos.

-Ahora lo verás, tiene buena pinta, verdad?-señaló su plato, un pastel de chocolate.

Ya no aguantaba más, los nervios y la impaciencia me comían a partes iguales.

-Michael, dimelo.

-Te hice esperar demasiado... disculpa...

Una banda de música clásica que había sobre un pequeño escenario empezó a tocar nuestra canción, mire a Michael alucinada.

-Nuestra canción!-exclamé emocionada.

-Great sweet love, sonaba en la radio cuando nos besemos por primera vez.

-No se te ha olvidado.

-Sería imposible hacerlo... bien, creo que ya ha llegado el momento...

Michael movía su copa de vino con nerviosismo, manteniendome una fija mirada a los ojos, haciendo que mi corazón comenzara a bombear más sangre de lo normal.

-Michael...-quisé cortar sus silenciosos miramentos poniendo mi mano sobre la mesa.

Michael dejó la copa, estaba tan nervioso que a punto estuvó de caer.

-Julia.

Tomó mi mano y empezó a acariciarla haciendo movimientos circulares sobre mi piel con el pulgar.

-Es muy importante esto que te voy a decir.

-Estoy lista para oír lo que sea, cariño.

Era el momento, pensaba que enseguida iba a sacar la cajita que contenía el anillo de nuestra siguiente fase.

-Bien...-masculló.

Las velas de la mesa danzaban por nuestros movimientos en esta y los camareros se asomaban timidamente para enterarse de las importantes palabras que me iba a pronunciar Michael.

-Me voy dos meses a Suiza.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Capitulo 5: Palabras del corazón.

                                 

Al día siguiente, desperté con el sonido de la puerta de la entrada abriendose.

Minutos después, como la puerta de la habitación la había dejado abierta, y abriendo con disimulo los ojos, vi como Michael se quitaba los zapatos en el pasillo y entraba de puntillas en la habitación con estos en la mano. Tenía un aspecto cómico, parecía el coyote del correcaminos, pero me encontraba tan baja de ánimos que no podía ni sonreír.

-Estoy despierta.-le dije nada más verle dentro.

-Te he despertado?

-No... ya estaba despierta desde hace rato.-mentí piadosamente.

Michael dejó los zapatos en el suelo.

-Buenos días entonces, Dios, necesito una ducha.

Michael colgó su sombrero en la percha y se dispusó a desnudarse.

-No vas a creer lo que me dijo Carl, el de mantenimiento, cuando resbale en el estudio, que no sabía que el suelo estaba recién fregado... y me caí.

Michael se calló al verme tirada en la cama sin contestar.
Mi mirada se volvió perdida y quizás con un brillo de tristeza que Michael no tardó en captar.

-Te ocurre algo?

-Anoche estuve pensando. 

Michael se abrochó los pantalones y me hizó compañía sentandose también la cama.

-En qué?

En ese momento pensé en como mentirle pero se me hizo imposible con sus ojos de preocupación mirandome fijamente.

-Mi mente no deja de decirme... cosas.

-Que tipo de cosas?-me escuchaba atentamente, sus planes de ducha y de contarme la historia de Carl, el del mantenimiento, habían pasado a segundo plano o al olvido.

-Que vamos a romper.

Michael tomó aire, como si le hubiera lanzado una inmensa bomba al corazón.

-Quieres...?

-No!-contesté rápidamente, sin dejarle terminar su temida pregunta.

Expulso el aire, aliviado.
Nada más ver su reacción no necesite preguntarle si él quería romper conmigo, estaba claro que la respuesta era negativa.

-Qué te ha llevado a pensar eso? Hice algo mal? Es porque a veces no duermo contigo?

Pensaba en comentarle lo de mis pensamientos de matrimonio, pero eso si que me negaba a confesarselo, sería como un tirón de orejas hasta el altar, una obligación para Michael, no, él tenía que pedirmelo, saliendo de su corazón y desde su alma.

-No se el qué, pero no hiciste nada malo y... en referente a no dormir, es tu trabajo y lo respeto.

Nos quedemos un momento en silencio.

-Qué te dice tu corazón?-me preguntó de repente.

-Que todo va bien... el problema es de mi retorcida mente.

-Puede que la mente te diga que algo va mal, pero si realmente es tu corazón el que te dice que no, debes de hacerle caso a él.
  
-Y qué te dice tu corazón?

-El mio?-pensó acariciando mi cabeza con amor.

Tras unos segundos de reflexión, masculló una sonrisa.

-Has oído los sonidos de la naturaleza? Aquellos que nos muestran cada mañana los pajaritos, las olas del mar cuando te encuentras en la playa o el canto de un gallo avisando de que comienza un nuevo día? Tu voz para mi forma parte de uno de esos sonidos, naturales y de los cuales la vida no sería lo mismo sin ellos.

-Michael...-respondí entrecortada.

-Es la verdad, te necesito.

-No se que decir en este momento, como expresarme...

-Dimelo así.

Y, agachando su cabeza para llegar hasta mis labios, me besó.



Hechizada con sus palabras, quisé olvidarme de todos mis temores.

Capitulo 4: Ansias de matrimonio



Fui resignada a nuestra habitación para ponerme cómoda.

Abrí mi mesilla, saque ropa interior y un fino camisón de color baige. Sabía que el camisón y el aburrimiento serían los únicos que me acompañarían hoy.

Entré al baño, abrí el grifo de la ducha y mientras el agua tomaba un apetecible calor, me desnudé.

Por un momento, me miré fijamente al espejo y invadieron en mi mente aquellas extrañas reflexiones junto con un repaso físico.
Lo primero, comprobar si se posee ya alguna cana o arruga, desagradables materiales de experiencia.
Lo segundo, asegurarme de que no había engordado. Era mi obsesión. Siempre le estaba preguntando a Michael pero él siempre decía que era un sílfide.

Acerqué mi cara al espejo un más y más, más, dejandome llevar por mis pensamientos, hasta llegar a estar justo delante con él.
Quería casarme con Michael.

El sonido de la ducha y el vaho debido al calor me devolvió a la realidad y me separé con rápidez del espejo.

Me metí dentro de la ducha.
Con una temperatura agradable, pasandome la esponja sin mucho ánimo, volví a mis pensamientos.

Michael y yo, llevabamos conciendonos desde hacía seis años, llevabamos cuatro años de relación, una hermosa relación que no podía envidiar a ninguna otra,
un amor puro y único, hasta viviamos juntos desde hacía seis meses, pero no podía no entender porque él se estaba retrasando tanto en pedir mi mano.

Para mi aquello no significaba un simple documento o un papel firmado, era un gesto de amor mutuo, un sello indescriptible. Y que el amor de mi vida no me lo hubiera pedido, me provocaba mucha frustración y estrés, me preguntaba que hacía mal, si no era lo suficiente para él, si le había estado tratando mal...

Cerré el grifo para aplicarme el champú y durante ese rato, me puse a llorar.
Tenía la sensación de que algo malo iba a pasar, tarde o temprano.
Sintiendome algo idiota, volví a abrir el grifo para acabar de una vez por todas en lo que se estaba conviertiendo en una infernal ducha.

Salí de la ducha, encontrandome de nuevo con el espejo. 
Reí recordando lo que una vez me había contado Michael.

-Cuando estoy triste, me obligo a reír, luego me siento mucho mejor.

Respire profundamente... tratando de relajarme.

Capitulo 3: Decepción.



-Dónde has estado?-me preguntó Michael mientras nos sentabamos para comer en casa.

-He ido a las tiendas de Los Ángeles, me he comprado ropa para esta noche.

-Oh, en referente a eso, mi vida, te amo, pero me han exigido trabajar esta noche en la discografica.-Miró hacía abajo según me lo decía, no deseaba ver la cara de decepción que me había creado.

-Ah, esta bien... en fin, es tu trabajo.-le dije tratando de esconder mi decepción.

-Estás enfadada?

-No lo estoy, del mismo modo que yo tengo compromisos, tú también los tienes, lo comprendo.

Alzó la vista hacía mi y me regaló una sonrisa de alivio.

-Te lo compensare.

-No hay nada que compensar, cariño.-le devolví la sonrisa.

-Y... has visto a alguien en Los Ángeles?-me cambió de tema mientras se metía un trozo de verdura estofada.

-No, me encontre con la prensa, pero no es nada nuevo, mejor no hablar de ello... también pasé por delante de un local que iba a dar un concierto de rock.

-Por dónde las tiendas de Channel? No suelen dar muchos conciertos de rock por donde ahí.

Michael había dicho justo lo que había pensado en ese momento.

-Eso pensé!... sinceramente, no comprendo ese estilo de vida.

-Estilo de vida?

-Ya sabes, sexo, drogas, rock n' roll, actitud un tanto desagradable...

-Es un prejuicio eso que oígo?-me preguntó levantando una ceja, como sorprendido por lo que había acabado de oír de mi boca.

-No...

-No todos los cantantes de rock son así, hay muchos que son muy agradables.

-Los que he conocido yo no lo han sido, no te acuerdas de aquel grupo que conocimos? Me pidieron que le enseñara los pechos!

Michael se quedó un momento pensativo, buscando alguna forma de lograr que cambiara de idea.

-...Estos días estoy contando con la colaboración de un grupo de rock, The Doners, ellos son autenticos mounstros en la música, pero tienen una personalidad muy amistosa, te los presentare.

-He oído alguna canción de ellos por la radio, son muy actuales.

-Entonces, una barbacoa en Neverland?  

-Vale.

Michael se levantó.

-Tengo que irme.-me besó la cabeza con una increible ternura, sellando el trato.

-Dormiras en casa esta noche?

-No lo se...

Mire mis manos con desilusión, el trabajo de Michael a veces le obligaba a dormir en el estudio.

-Ok.

-Adiós, te quiero muchisimo.

Me levanté.

-Espera.

Michael se giró para atenderme, sabía lo que le iba a pedir, un beso que me llevara lejos durante un segundo.

-Quiero que este beso te acompañe en tu larga noche.-le rodeeé con mis brazos y le besé.

Haciendo un pequeño baile en circulo con sus consecuentes respiraciones entrecortadas, nos despedimos uno del otro.

-Me haces sentir único.-me susurró, una voz de aire mágico que rodeaba a mi oído.

-Es solo mi forma de amar.

-Amo la forma en la que me amas.-se separó de mi lentamente.

-Hasta pronto.

-Que Dios te abrige, mi amada.

Michael recorrió lentos pasos, llegó al pasillo y oí como abría la puerta y la cerraba con su delicadeza especial. Todo pareció volverse gris y triste sin su presencia.

Capitulo 2: Por las calles de Los Ángeles

 

Mi trabajo, consistía en la moda, era modelo de Dior. 
Fui aquella chica esqueletica que fue capaz de protagonizar las típicas portadas escandalosas de las que todo el mundo hablan.
Un ejemplo, la portada que me llevó a la fama, en donde posaba como una mujer maltratada, salía manchada de sangre y cubierta de golpes cuyo título rezaba "La moda esta gritando "no"".

Gracias a mi trabajo, conocí a Michael, en una semana de moda en París.

Aquel día, cuando Michael se fue al estudio de grabación, salí por las tiendas de Los Ángeles con los guardaespaldas. Recuerdo que nada más poner el pie en aquellas calles un montón de paparazzis que acosaban.

-Cómo va la relación entre Michael y tú? Es cierto que habeís roto?-me preguntaron por énesima vez. Siempre solía ser la misma pregunta, deseaban ansiosos nuestra ruptura, tan sólo para tener algo con lo que criticar a Michael.

-No, estamos bien, somos muy felices.-respondí. Yo también siempre respondía lo mismo, por mala suerte para ellos.

Con la ayuda de los guardaespaldas conseguí burlar a la prensa y anduvimos por una calle donde gente hacían cola para algo.

Pasé justo por delante de la puerta de la entrada al local, un cartel rezaba"The Bullhell Rocks, Performace". Me quede mirando el cartel bajando mis gafas. Su dibujo era raro y curioso, un toro furioso con una guitarra eléctrica.

-Señorita, desea entrar?-me preguntó con cara extraña uno de mis guardaespaldas al verme parada ante el cartel.

-No, no.-coloqué mis gafas.


Algunas personas de las que hacían cola oyeron mi negación, y, ofendidas, me enseñaron su dedo corazón sacando sus lenguas. A mi me pareció una aútentica grosería y falta de respeto.

Sin embargo pusé una cara de indiferencia ante ellos y continue caminando con mis guardaespaldas.
Por dentro me estaba preguntando que hacía una banda de rock actuando en una de las calles más selectas y delicadas de la ciudad, pues allí es donde estaban las tiendas de ropa como Channel o Jimmy Choo.
 
Me sentía un poco diferente a ellos, a sus ropas, a su modo de ser, ni si quiera les entendía.

Capitulo 1: El comiezo.



Con el tiempo me había hecho una esclava de su amor. O quizás "adicta" sea un término más adecuando. Sus besos, eran mi droga.

Más allá de lo refinada que pudiera ser en aquel tiempo, lo que yo sintiera por él, era independiente a cualquier comportamiento. Posiblemente este equivocada en lo que acabo de decir.

-Me quieres?-me preguntó sin previo aviso mientras desayunabamos.


Miraba fijamente a esos ojos que miraban los mios, para responderle con total sinceridad.

-Quererte no es lo suficiente.

Expresionó una tímida sonrisa y se limpió con el pañuelo de seda.

-No puedo responder a esas lindas frases que me dedicas, me dejas encandilado, completamente loco.-me decía dejando el suave pañuelo verde de nuevo en su regazo.

Mire mi taza que contenía café, como tratando de adivinar el futuro en ella, pero en realidad, era un movimiento coqueto para que Michael me regalase ese beso que me debía.

-Quedrás salir esta noche?-me preguntó.

-Sí, por supuesto-contesté, como no iba a querer.

-Quiero llevarte a un lugar precioso, se que te va a encantar.-me guiñó el ojo, haciendo que mi corazón se acelerase como una bomba a presión.


Las salidas con Michael siempre eran realmente especiales:

Haciendo recordatorio dentro de un recordatorio, un día, me llevó a un precioso campanario en Roma, era un viaje de negocios en el que me llevó con él. Se esforzó al máximo en el trabajo solo para conseguir encontrar tiempo para mi.

Con los ojos vendados, él me llevó en brazos por las escaleras de espiral a lo alto del campanario, como un perfecto caballero andante sin necesidad de corceles u armaduras.

 
Una vez llegados, en lo alto, me soltó suavemente y me quitó la venda de los ojos, permitiendome ver de nuevo su dulces facciones.

-Estás lista?

-Sí.-contesté emocionada.

-Mira abajo.

Mire. Había tanta gente, cada uno con un trozo de cartón formaban la palabra "te quiero". Para mi, sólo para mi. Liberaron bellas palomas blancas haciendose juntar con el sol y las nubes.

-Oh, Michael.-le abrace efusivamente.

-Esto solo es una pequeña demostración de lo mucho que te quiero, solo una bella parte de Roma, sin embargo mi amor por ti gira en todo el universo.

Aquel día llore de felicidad.


-En qué piensas?-me pregutó al ver que estaba perdida mirando en un punto fijo del salón, haciendome traer de nuevo a la realidad.

-En aquel día en el que me llevaste al campanario.-suspiré.

 
-Oh, quisé hacerte algo grande... especial.

-Lo hiciste.-le dije levantando mi taza, dandole un pequeño sorbo.

Metió en su boca el último trozo tostada con mermelada y mantequilla.

-Estaban deliciosas, como siempre.

-Gracias.

Volvío a pasarse el pañuelo por su boca, torturandome lentamente, ansiaba sus labios.

Al fin pusó el pañuelo en la mesa y se levantó con los brazos abiertos. 

Me levanté y seguí el recorrido de sus brazos, hasta llegar a su pecho y luego a sus labios.

Me tocaba el pelo como si tocase el suave tacto de una pluma y rozaba sus labios con los mios como si estuviera besando pétalos de rosa. Era el perfecto novio, el perfecto amante, el perfecto humano, en definitiva.

-Te vere pronto.

-Eso deseo.

Me miró por última vez, se dió la vuelta y caminando pequeños pasos se desvaneció de la habitación. La rutina para mi había comenzado.