sábado, 8 de diciembre de 2012

Capitulo 4: Ansias de matrimonio



Fui resignada a nuestra habitación para ponerme cómoda.

Abrí mi mesilla, saque ropa interior y un fino camisón de color baige. Sabía que el camisón y el aburrimiento serían los únicos que me acompañarían hoy.

Entré al baño, abrí el grifo de la ducha y mientras el agua tomaba un apetecible calor, me desnudé.

Por un momento, me miré fijamente al espejo y invadieron en mi mente aquellas extrañas reflexiones junto con un repaso físico.
Lo primero, comprobar si se posee ya alguna cana o arruga, desagradables materiales de experiencia.
Lo segundo, asegurarme de que no había engordado. Era mi obsesión. Siempre le estaba preguntando a Michael pero él siempre decía que era un sílfide.

Acerqué mi cara al espejo un más y más, más, dejandome llevar por mis pensamientos, hasta llegar a estar justo delante con él.
Quería casarme con Michael.

El sonido de la ducha y el vaho debido al calor me devolvió a la realidad y me separé con rápidez del espejo.

Me metí dentro de la ducha.
Con una temperatura agradable, pasandome la esponja sin mucho ánimo, volví a mis pensamientos.

Michael y yo, llevabamos conciendonos desde hacía seis años, llevabamos cuatro años de relación, una hermosa relación que no podía envidiar a ninguna otra,
un amor puro y único, hasta viviamos juntos desde hacía seis meses, pero no podía no entender porque él se estaba retrasando tanto en pedir mi mano.

Para mi aquello no significaba un simple documento o un papel firmado, era un gesto de amor mutuo, un sello indescriptible. Y que el amor de mi vida no me lo hubiera pedido, me provocaba mucha frustración y estrés, me preguntaba que hacía mal, si no era lo suficiente para él, si le había estado tratando mal...

Cerré el grifo para aplicarme el champú y durante ese rato, me puse a llorar.
Tenía la sensación de que algo malo iba a pasar, tarde o temprano.
Sintiendome algo idiota, volví a abrir el grifo para acabar de una vez por todas en lo que se estaba conviertiendo en una infernal ducha.

Salí de la ducha, encontrandome de nuevo con el espejo. 
Reí recordando lo que una vez me había contado Michael.

-Cuando estoy triste, me obligo a reír, luego me siento mucho mejor.

Respire profundamente... tratando de relajarme.

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