sábado, 8 de diciembre de 2012

Capitulo 1: El comiezo.



Con el tiempo me había hecho una esclava de su amor. O quizás "adicta" sea un término más adecuando. Sus besos, eran mi droga.

Más allá de lo refinada que pudiera ser en aquel tiempo, lo que yo sintiera por él, era independiente a cualquier comportamiento. Posiblemente este equivocada en lo que acabo de decir.

-Me quieres?-me preguntó sin previo aviso mientras desayunabamos.


Miraba fijamente a esos ojos que miraban los mios, para responderle con total sinceridad.

-Quererte no es lo suficiente.

Expresionó una tímida sonrisa y se limpió con el pañuelo de seda.

-No puedo responder a esas lindas frases que me dedicas, me dejas encandilado, completamente loco.-me decía dejando el suave pañuelo verde de nuevo en su regazo.

Mire mi taza que contenía café, como tratando de adivinar el futuro en ella, pero en realidad, era un movimiento coqueto para que Michael me regalase ese beso que me debía.

-Quedrás salir esta noche?-me preguntó.

-Sí, por supuesto-contesté, como no iba a querer.

-Quiero llevarte a un lugar precioso, se que te va a encantar.-me guiñó el ojo, haciendo que mi corazón se acelerase como una bomba a presión.


Las salidas con Michael siempre eran realmente especiales:

Haciendo recordatorio dentro de un recordatorio, un día, me llevó a un precioso campanario en Roma, era un viaje de negocios en el que me llevó con él. Se esforzó al máximo en el trabajo solo para conseguir encontrar tiempo para mi.

Con los ojos vendados, él me llevó en brazos por las escaleras de espiral a lo alto del campanario, como un perfecto caballero andante sin necesidad de corceles u armaduras.

 
Una vez llegados, en lo alto, me soltó suavemente y me quitó la venda de los ojos, permitiendome ver de nuevo su dulces facciones.

-Estás lista?

-Sí.-contesté emocionada.

-Mira abajo.

Mire. Había tanta gente, cada uno con un trozo de cartón formaban la palabra "te quiero". Para mi, sólo para mi. Liberaron bellas palomas blancas haciendose juntar con el sol y las nubes.

-Oh, Michael.-le abrace efusivamente.

-Esto solo es una pequeña demostración de lo mucho que te quiero, solo una bella parte de Roma, sin embargo mi amor por ti gira en todo el universo.

Aquel día llore de felicidad.


-En qué piensas?-me pregutó al ver que estaba perdida mirando en un punto fijo del salón, haciendome traer de nuevo a la realidad.

-En aquel día en el que me llevaste al campanario.-suspiré.

 
-Oh, quisé hacerte algo grande... especial.

-Lo hiciste.-le dije levantando mi taza, dandole un pequeño sorbo.

Metió en su boca el último trozo tostada con mermelada y mantequilla.

-Estaban deliciosas, como siempre.

-Gracias.

Volvío a pasarse el pañuelo por su boca, torturandome lentamente, ansiaba sus labios.

Al fin pusó el pañuelo en la mesa y se levantó con los brazos abiertos. 

Me levanté y seguí el recorrido de sus brazos, hasta llegar a su pecho y luego a sus labios.

Me tocaba el pelo como si tocase el suave tacto de una pluma y rozaba sus labios con los mios como si estuviera besando pétalos de rosa. Era el perfecto novio, el perfecto amante, el perfecto humano, en definitiva.

-Te vere pronto.

-Eso deseo.

Me miró por última vez, se dió la vuelta y caminando pequeños pasos se desvaneció de la habitación. La rutina para mi había comenzado.

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