La noche estuvo expuesta tan solo para nosotros solos. Michael reservó un elegante restaurante. Aunque más bien lo alquilo, estabamos en la completa soledad si exceptuabamos a los cuatro gatos de los camareros y cocineros.
Michael me había dejado claro desde el principio de la cena que quería decirme algo importante, yo inmediatamente pensé emocionada que me iba a pedir la mano.
-Gracias.-agradecí al camarero que nos estaba sirviendo el postre.
-Espero que sea de vuestro agrado la velada.-estrechó la mano a Michael uno de los cocineros.
-Toda la cena ha sido exquisita, gracias.
Michael me miró, yo le mire, me sonrió, le sonreí y volvió a mirar al cocinero.
-Acerquese.-le pidió.
El cocinero se agachó y Michael le susurró algo al oído, completamente inaudible para mi.
-Por supuesto.-sonrió el cocinero mirandome.
-Gracias.
El cocinero hizó una señal al camarero para retirarse.
-Qué le has dicho?-le pregunté de inmediato cuando se fueron, estaba intrigada y un tanto nerviosa, pues el momento se acercaba a escasos minutos.
-Ahora lo verás, tiene buena pinta, verdad?-señaló su plato, un pastel de chocolate.
Ya no aguantaba más, los nervios y la impaciencia me comían a partes iguales.
-Michael, dimelo.
-Te hice esperar demasiado... disculpa...
Una banda de música clásica que había sobre un pequeño escenario empezó a tocar nuestra canción, mire a Michael alucinada.
-Nuestra canción!-exclamé emocionada.
-Great sweet love, sonaba en la radio cuando nos besemos por primera vez.
-No se te ha olvidado.
-Sería imposible hacerlo... bien, creo que ya ha llegado el momento...
Michael movía su copa de vino con nerviosismo, manteniendome una fija mirada a los ojos, haciendo que mi corazón comenzara a bombear más sangre de lo normal.
-Michael...-quisé cortar sus silenciosos miramentos poniendo mi mano sobre la mesa.
Michael dejó la copa, estaba tan nervioso que a punto estuvó de caer.
-Julia.
Tomó mi mano y empezó a acariciarla haciendo movimientos circulares sobre mi piel con el pulgar.
-Es muy importante esto que te voy a decir.
-Estoy lista para oír lo que sea, cariño.
Era el momento, pensaba que enseguida iba a sacar la cajita que contenía el anillo de nuestra siguiente fase.
-Bien...-masculló.
Las velas de la mesa danzaban por nuestros movimientos en esta y los camareros se asomaban timidamente para enterarse de las importantes palabras que me iba a pronunciar Michael.
-Me voy dos meses a Suiza.
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